martes, 13 de mayo de 2008

Contraeditorial : Ahora resulta


Contraeditorial

El Contraeditorial, como su hechizo nombre espero indique, no es sino las ganas de contestar desde la impunidad de un blog a quien se avienta a publicar sus opiniones sobre la realidad. Porque de vez en cuando uno lee cosas a las que realmente siente que tiene que contestar, y cuya contestación no ve uno en ningún lado. Como todo, este es un ejercicio más bien de desahogo personal, pero si por ahí alguien más lo lee y le parece interesante y válido (o viceversa) pues mejor todavía.

Ahora resulta

El día 12 de mayo del 2008, en un editorial publicado en El Universal, que pueden leer completo acá Ricardo Raphael comenta sobre la necesidad de más radicalismo en la política nacional para lograr una verdadera democracia.

Creo que estoy de acuerdo con el 50 % de su editorial, me parece que define muy bien los motores detrás de este movimiento al que eufemísticamente se le ha llamado “la transición democrática en México” y encuentra dos conceptos clave para la construcción de una sociedad más justa, el equilibrio entre política y legalidad. Analiza correctamente uno de nuestros más grandes problemas como país, en sus palabras “En democracia la disyuntiva entre la política y la legalidad es un falso dilema. O ambas coexisten, o no hay democracia.” No puedo estar más de acuerdo con ese enunciado que resulta, además, prueba contundente de que en la actualidad y a pesar de la alternancia en el gobierno, en nuestro país, sigue sin haber democracia.

Con lo que ya no estoy tan de acuerdo es con la otra mitad de su escrito, en donde parte de las premisas ya reseñadas, para encontrar como paradigma de esta nueva “democracia radical” (término que también le he leído a Giroux) a la corriente Nueva Izquierda del PRD, comandada por Jesús Ortega. Me parece que el trabajo brillante que estaba haciendo el Sr. Raphael se viene abajo cuando intenta meter con calzador a los de Nueva Izquierda en la etiqueta de demócratas y más aún cuando intenta reseñar un “radicalismo de buenos modales.”

Me temo que el Sr. Raphael cae en el lugar común de la mayoría de los críticos al Lopezobradorismo (si tal cosa existe) y es que deja que su notoria animadversión al personaje domine su análisis. No es la intención de este contraeditorial el defender a López Obrador, pero sí lo es hacer una crítica a las realmente inmerecidas loas a sus actuales contrincantes políticos. En una onda así como de oposiciones binarias que estoy seguro sería la delicia de los estructuralistas, el Dr. Raphael, al hacer depositario de todos los males – al menos en términos de este radicalismo bien portado – a AMLO y cia., por oposición, le entrega todas las virtudes democráticas a Jesús Ortega y su banda, quienes, en palabras del autor

“Los verdaderos radicales en el Partido de la Revolución Democrática militan en la Nueva Izquierda. Son ellos los que sí se han acercado al origen y raíz del autoritarismo mexicano, y por tanto no están dispuestos a transigir con quienes hacen pasar la política por encima de las instituciones.”

Ahora, una posición de este tipo no me extrañaría si viniera de alguien con poco conocimiento de la política nacional, o bien de alguien dentro de ese ambiente político pero con claros intereses en denostar a AMLO, como la gente del PAN. Pero sí me parece raro viniendo de alguien que ya ha recorrido la milla en la política del país y a quien no se le puede acusar en modo alguno de derechista. Me extraña este aparente desconocimiento de los métodos y la historia política de Jesús Ortega y sus huestes, si bien hace un pequeño reconocimiento a su turbulento y aguilar talamantiano proceso, está pronto a lavarlos de cualquier pecado de infancia a la luz de su radicalismo democrático actual.

A ver, preguntando ¿El solo hecho de oponerse a un líder autoritario te convierte en un demócrata ejemplar? Si así fuera, pudiéramos incluir en la lista de demócratas radicales a George Bush Jr., al final de cuentas se opuso con vigor a Saddam Hussein y a manifestado su animadversión para con Chávez y el presidente de Irán y a éstos últimos se les opone con buenos modales, o, para decirlo sin sorna, desde la legalidad (más o menos) al mismo tiempo que desde la política ¿Es entonces un representante de la radicalidad democrática? Permítaseme la duda.

Y el hecho, más allá de dudas razonables, es que Jesús Ortega si bien se opone con mayor firmeza de la que ha mostrado en ocasiones anteriores a López Obrador, no lo hizo precisamente desde la legalidad. Cierto que el otro lado de la ecuación tampoco sale limpio del cochinero perredista, pero eso no debiera ser excusa para los que se pretenden demócratas, la frase “si todos lo hacen, yo también” no debería ser precisamente parte del decálogo de alguien que pretende no hacer pasar la política encima de la ley. Ortega y Nueva izquierda violentaron la legalidad del proceso electoral del PRD, eso es un hecho, y eso no los puede convertir en demócratas, los puede hacer más astutos, más tramposos o más “vivos” que los otros, pero no más demócratas.

Insisto en mi extrañeza ante esta toma de postura de Ricardo Raphael, más aún cuando está todavía fresco su propio editorial sobre el virtual asalto del partido Alternativa Socialdemócrata por Alberto Begné. En esa toma, si se recuerda, el argumento que esgrimió el ahora presidente del partido nomás Socialdemócrata (que ya salió a felicitar a Calderón por no se qué rollo) era precisamente que había que combatir los caudillismos y las figuras que pretendían subordinar al Instituto Político (con mayúsculas por supuesto) a intereses personales. ¿No parece mucha coincidencia que ahora se lleve los aplausos el eminente demócrata Jesús Ortega, que valientemente se lanza a detener al caudillo AMLO? A mí no, pero es que soy muy mal pensado.

Y para rematar, sobre el sobado argumento de “la izquierda que México quiere y necesita”, habrá que recordar que el radicalismo terco y tozudo de López Obrador le dio al PRD su mejor posición política en la historia del partido, y que, en contraparte, la democracia radicalmente modosita de los Chuchos ha mantenido en Aguascalientes, lugar donde tienen su feudo los Ortega (y donde lo manejan como cualquier cacique priísta de aquellos) se aseguraron que el PRD se convirtiera en la quinta fuerza política del estado en las últimas elecciones. O sea que ni como realpolitik sirven, no tienen firmeza en la defensa de sus ideales (no tienen ni ideales) y para colmo, no obtienen siquiera dividendos por su presteza a negociar con quien sea y lo que sea.

Si esos son los demócratas de verdad, paso.

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